domingo, 22 de noviembre de 2009

Sobre el ojo cristalino y el cristalino del ojo



Con los años, el cristalino del ojo se vuelve opaco. Que se lo digan a mi padre que estas dos últimas semanas le han operado de cataratas en los dos ojos.

Parece ser que la susodicha lámina ocular tiende a la opacidad con el paso del tiempo, como cuando “x” tiende a infinito. Y claro, se pierde la nitidez, la claridad, la capacidad de definir líneas y contornos. La pérdida no es inmediata. Es progresiva, poco a poco: como el desgaste de la suela del zapato. Cuando te quieres dar cuenta, ya no te queda suela y acudes al zapatero del barrio con la ilusión de recuperar lo que se llevaron las caminatas por la ciudad. O por el campo.

Algo así pasa con el cristalino. Pero en vez de al zapatero, vas al oculista. Los años dejan atrás la claridad, la nitidez. Y llega el oculista y te pone dos cristalinos nuevos. Con el cambio, recuperas la luminosidad de las calles y la noche, la claridad de la atmósfera,… Lo que el tiempo se llevó con los años, lo recuperas en apenas unas horas. Y es entonces cuando piensas en el ojo cristalino, claro, meridiano. Y sales del oculista como cuando sales del zapatero: como un niño con zapatos nuevos.

Y si no, que se lo digan a mi padre.


Big bang


El origen.

Dicen que cuando escribes las cosas, las piensas más.

Quizás por eso, llega el momento en que te planteas dejar las cosas por escrito. Quizás así pensemos más.

Puede parecer que nunca hay tiempo para escribir y entonces te das cuenta que por eso no dedicas tiempo a pensar. Y por eso quiero escribir.