jueves, 29 de septiembre de 2011

Urgencias

Esta semana tuve la oportunidad de acompañar a un amigo a Urgencias del Hospital Clínico.
¡Aquello fue una aventura!

Dicen que en los hospitales se conoce a la verdadera España. Estoy de acuerdo. Allí estábamos todos.

Paco, un buen hombre (entrado ya en años), que acompañaba a su madre (imagínate la edad que tendría). ¡Pero que delicia de pareja! Ese hombre sí que sabe lo que es una madre y lo que su madre hizo con él antaño. El cariño con que la trataba no lo he visto en muchos sitios. La delicadeza con la que le comprendía, era exquisita. A mi amigo, se le pasaban sus dolores de contemplar esa escena.

A su lado estaba un matrimonio, también entrado en años, a la espera de la famosa llamada del médico. Hoy día, no sé ve en muchos sitios manifestación más clara de fidelidad que la que allí se presentaba: sin ningún alarde, sin ningún extraordinario.

El Jhony (no sé cómo se llamaba, pero este nombre le va al pelo) era todo un crack. Échale treinta y cinco años, mazado hasta las orejas, camiseta negra ajustada, pelo rapado, ojos saltones y eso sí, un movimiento corporal de "colega" que no le abandonaba el esqueleto en todo momento. Grande el Jhony. Brindo por él, para que no se le vaya demasiado la pinza, porque el pobre iba camino de.

Cuando llevábamos unas horas, apareció por la puerta, o más bien tuvieron que abrirle la puerta, a nuestro amigo Pepe. Pepe es el típico gordo de 150 kilos que vive en una zona más bien humilde de Valencia. El pobre fuma más que come, así que no le llegaba el aliento a la palabra. Esperaba al cirujano de turno, para ver si le podía hacer unos apaños. Pintaba sangrienta la cosa.

Había más gente, pero se me acaba el tiempo y no puedo seguir escribiendo...

miércoles, 22 de junio de 2011

El desayuno

Dicen que el desayuno es la comida más importante del día. Yo así lo creo, pero no es este el motivo de esta consideración.

El desayuno es un momento peculiar del día. Diría que único, como somos únicos cada uno de nosotros.

Hay quienes llegan al desayuno en busca de sí mismos. Al encuentro de su verdadera identidad. Y, a pesar de las tazas de café, siguen su camino desconcertados.

Algunos pasan por el desayuno como los huracanes. Uno se pregunta: ¿es posible tanta vitalidad a tan temprana hora del día? Pues sí, yo lo he visto.

Otros dejan esbozos de su personalidad en el fondo de la taza (y no me refiero a los restos de Cola Cao que siempre quedan en la porcelana, fruto de la imposibilidad de disolverlo en la leche: ¡quién dijo que el Cola Cao era soluble!). Sigilosamente, sin que nadie de cuenta de su estancia, hacen un comentario que bien podría ser del mismísimo Marco Aurelio.

Finalmente están los que desayunan con calma. Como si el día fuera más largo que el propio desayuno. Son como la brisa primaveral a la orilla del mar.

Y si esa brisa se pudiera tomar como el café... ¡bien seguro que me tomaría dos tazones!

martes, 7 de junio de 2011

Volver a nacer

Para los que pensaban que este blog estaba muerto, ahí van estas palabras.
Para los que creían que ya no quedaba nada que contar, aquí van estas letras.
Para los que ríen, para los que lloran, para los que piensan, para los que leen, para los que escriben, para los que hablan, para los que escuchan, para los que vibran, para los que sueñan,...
Para todos vosotros que si estáis aquí es por algo.