Dicen que el desayuno es la comida más importante del día. Yo así lo creo, pero no es este el motivo de esta consideración.
El desayuno es un momento peculiar del día. Diría que único, como somos únicos cada uno de nosotros.
Hay quienes llegan al desayuno en busca de sí mismos. Al encuentro de su verdadera identidad. Y, a pesar de las tazas de café, siguen su camino desconcertados.
Algunos pasan por el desayuno como los huracanes. Uno se pregunta: ¿es posible tanta vitalidad a tan temprana hora del día? Pues sí, yo lo he visto.
Otros dejan esbozos de su personalidad en el fondo de la taza (y no me refiero a los restos de Cola Cao que siempre quedan en la porcelana, fruto de la imposibilidad de disolverlo en la leche: ¡quién dijo que el Cola Cao era soluble!). Sigilosamente, sin que nadie de cuenta de su estancia, hacen un comentario que bien podría ser del mismísimo Marco Aurelio.
Finalmente están los que desayunan con calma. Como si el día fuera más largo que el propio desayuno. Son como la brisa primaveral a la orilla del mar.
Y si esa brisa se pudiera tomar como el café... ¡bien seguro que me tomaría dos tazones!
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4 comentarios:
molt bonico!
Yo soy mas de los que me tomo el desayuno con MUCHA calma.
Tazon, cucharita, crispis, leche y a disfrutar.
Si hay calma desayuno, sino aplico la "teoría del auricular" bien conocida entre los que tienen el mínimo calibre de tráquea posible.
a ver si sigues con una entrada por semana... los restos de una semana son muchos y dan para mucho. (los de un desayuno no tanto)
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