La democratización de la climatización

Las olas de calor traen a nuestras vidas algo más que un aumento notable de la temperatura. 

Junto con ese fenómeno climático, se inicia un proceso de democratización de la climatización de los espacios de trabajo, de la casa, etc. Bueno, eso en el caso de que haya democracia.

Algunos se ajustan a los parámetros sostenibles que nuestro presidente del gobierno anunció hace un par de años. Y, bajo esa premisa, la temperatura del aire acondicionado durante estos meses tendría que ser de 27 grados. Mira que yo no soy caluroso, pero ¡a ver quién aguanta a 27 grados el verano de Madrid! 

Como entiendo que la mayoría obviamos esas indicaciones, lo que sucede en el ámbito popular es de lo más problemático. Se supone que los 23º grados podría ser una temperatura razonable para el pueblo pero... Como en toda estadística, hay que tener en cuenta las "desviaciones típicas". 

¿Qué pasa con aquellos que lo que les gusta es trabajar y vivir en espacios criogénicos? 23 grados, para ellos, es como cocerse a fuego lento... Por no hablar de todos los efectos benéficos que tiene el frío. 

A los frioleros, esa temperatura les obliga a vivir acompañados de una manga larga (o doble capa), para protegerse de futuros resfriados. Esto, sinceramente, no deja de ser una incomodidad y en gran medida chocante: ver a un tipo con un jersey -aunque sea a cuestas- a estas alturas del año, hace dudar de la estabilidad psicológica del personaje. 

La tecnología ha evolucionado y nos ha ido resolviendo parte del conflicto. Ahora, las oficinas, en la mayoría de los lugares de trabajo, tienen la opción de regular tu espacio personal (si eres tan afortunado como para trabajar en un despacho individual) con un cierto rango de temperaturas superior e inferior a la establecida como "basal" (ojo al tecnicismo, no lo dejemos pasar...).

Pero siempre quedarán las salas de reuniones, las salas de estar de los hogares, las disputas sobre qué es razonable, qué implica un alto consumo, la importancia de ahorrar, cuidar el planeta -la casa común-, y tantos otros argumentos que nos echamos a la espalda para llevarnos el gato al agua. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

La mesa de las ocho patas

Volver

Hacer memoria de los buenos momentos